Rosa Lentini

Poesía reunida(2014-1994)

Puede afirmarse que la presente Poesía reunida ha nacido bajo el signo de la reescritura. Al terminar de escribir Tuvimos los libros anteriores quedaron iluminados por éste, hasta el punto de sentir la necesidad de reescribirlos. La idea de invertir el orden de los libros al reunir toda la poesía llegó casi por sí sola. Así, algún poema inicial de La noche es una voz soñada cayó y el resto ha sufrido grandes cambios. A los textos en prosa de Cuaderno de Egipto, la primera de lasplaquettes, seriamente modificados, se les ha sumado dos poemas completos. La primera parte de El sur hacia mí, publicada en segunda edición en libro aparte en 2013 bajo el título deTsunami (poema) con acuarelas de Rosa Agenjo, fue ya ampliada y reescrita, aunque la presente edición contempla todavía algunos cambios. Los poemas de la segunda y la tercera partes de El sur hacia mí han seguido idéntico camino de reelaboración. De la segunda de las plaquettesLas cuatro rosas, se modificaron y rescataron sólo los cuatro poemas referentes a las rosas y a su relación con la estación del año. Únicamente los poemas breves de El veneno y la piedra, salvo alguna desaparición, permanecen en su mayoría sin alteraciones, no así el resto. Por último, al compendiar los escritos, se observó que los poemas fluían mejor eliminando la mayor parte de la puntuación referida a los puntos finales y a las comas, y muchas de éstas se sustituyeron por espacios en blanco. 

Rosa Lentini

La boca de Mahalia Jackson

He encontrado mi pasado

escondido en una partícula de saliva

escapada de la boca de Mahalia Jackson

         cuando cantaba:

«This is my faith, this is my light»

Y eran una fe una luz,

antes de que ellos pensaran

tener hijos o hacerles daño,

         antes de que pudieran tenerse

el uno contra el otro

He salido rápido

como un corredor de fondo

acelerando a la entrada del parque

         levitando casi a la altura del lago

a grandes zancadas ardientes en la avenida,

         bajo las copas de los árboles en flor,

antes del primer baile juntos,

cuando al otro lado de las alambradas

         que ribeteaban el camino, a la espalda

         de los carcomidos bancos de madera listada,

él salía de entre los setos, el cabello revuelto

y las rodillas arañadas, en las manos
un balón de color calabaza,

          y ella intercambiaba con una amiga cromos

          y cotilleos envileciendo en el musgo

          sus cortas calzas de niña

Mi fe  mi luz: una gota de saliva

pasa por el tracto humano

          donde el pasado es engullido

Llamadas y lotos como soportes de un juego,

mi fe en su oscuridad,

          ceremonias de un canto de ranas

para atraer a la pareja, y lo que no fue

lo que no llegó a definirse,

como un tallo que crece

          bajo la luz modélica

Clase de anatomía

La piel plateada de un niño de Hiroshima

fijó como un icono doloroso el pasado,

un faro de luz en brazos de su madre

Y ni un sólo día mi pellejo,

                       colgado cual abrigo

       solitario en el pasillo

me cubría al tener que posar en carne viva

ante los amantes nocturnos de la profesora

Amante madre, si tocabas los dos brotes

despuntados en mi pecho

o si mi bosque aún ralo pasaba

bajo tus ojos golosos,

mi identidad vibraba, sin descubrirse,

como la cuerda tensa del arco de doble cuerno de Ulises

Yo me entregaba en secreto al placer

sin variar en lo fundamental la clase de anatomía

Desde el último pupitre, un enamorado,

         esbelto o rudo, moreno o de piel rosada,

                       me llevaba consigo a fronteras

que cruzábamos cada vez que la bomba de endorfinas

de mi maestra hacía irrespirable el aula

Los verdaderos amores llegaron con los simunes

En idiomas antiguos acudieron a mi llamada

asomando con tiento, surgiendo como gatos

antes de que nada fuera a rodar o a caer,

formas terrenales surcando el océano

con barcas llevadas por largas ramas de ceibo

         que aventaban el agua hacia las simas

La espiral se estrechaba. Las continuas horas de uso

astillaban la vara de castigo, y el cuerpo que la sostenía

se hinchaba como una tierra roturada

         sin pasar por el mío

Nada es más maleable que un niño y nada lo es menos

que un niño blindándose

Y la puerta de la escuela se cierra

definitivamente tras el sonar de la campana

Ninguna inspección la abrirá

Ni el pringoso áspero pútrido sedimento de humedad

    y bulbo reseco

de esta tardía primavera

La última Cena

Como fantasmas reunidos a la mesa,

los platos estampados en azul frente a cada uno

nos distraían con los motivos paisajísticos del siglo

    XVIII:

una casa de campo cercana al río,

y árboles junto a la carreta tirada por las mulas

A la derecha los servilleteros de madera rodeaban

con suavidad los paños de algodón,

         nadie podría decir que no simpatizáramos
con la idea de estar muertos

Aprendimos a leer la historia de nuestro pasado,

cuando la intimidad desprendió

un humor amargo y durante años las suturas

         tironearon de una mujer, de un hombre,

de sus dos hijos, hasta que de la vida en común en la

    barricada

quedó una única hilacha

Todavía hoy un pie debajo de la mesa se estira

y estira hasta golpear mi rodilla...

Pienso en el viento frío

que nos arrastra a todos hacia la noche,

pienso en la intemperie, el río helado,

         el temporal de nieve,

o en el hombre desnudo que ara sobre la mujer

y clava en su vientre

el misterio que somos mi hermano y yo

        saliendo de sus cuerpos

Nosotros olvidamos que llegamos a estar allí,

ellos olvidaron que allí estuvimos

Bajo las rosas

                                                           Soy el jardinero y la flor.

                                                                      Osip Mandelstam

Comías a deshora, desterrado de tu familia

por un oscuro pecado prescrito

tu mutismo insondable, cobre bruto

que duerme a la espera de ser excavado

Con un zumbido de abejas aturdidas

tus tajos en las matas de rosas

preparaban las raíces

como la lámpara del espeleólogo

                                                alumbra las cuevas

Me enseñabas a retirar la maleza:

levantas el musgo, luego paseas los dedos

por las espinas que allá abajo seguirán frescas

Sólo por el emparrado jaspeando tu rostro

por el perfume a clavo que delataba

tus manos como espadas que disponen los cortes,

          oyéndote decir:

          Haz espacio para la vida

nos hemos acercado más todos estos años

La casa se vendió. La rosaleda fue arrancada

Y la fisonomía del barrio ha cambiado por completo

Pero en otro lugar otra casa se reformó

se plantaron rosales de tres cuerpos de altura

que rompen en panojas de corolas de cinco

pétalos cóncavos a primeros de mayo

Ahora vivo con un hombre abismado en su trabajo

de escritor como tú en tus flores,

         duerme a mi lado sopesando cada segmento

                  en relación a una historia mayor

Interminable leche blanca de los tallos tiernos

sale de sus manos. En la distancia

ambos sois una frágil fórmula del amor,

yo misma una pequeña brecha, una gota

          que sale como el semen derramado,

          una partícula de significado anterior a la vida

Lugares vacíos nos encuentran

cuando ya no los miramos, tan brevemente

En alguna parte un jardín fermenta

contigo despuntando

       las siete hojas ovales

con el aire que despeina la mata plateada de tu cabeza

                  y la tonsura roja por el sol

Entras en tu muerte de hojas dentadas,

                  el oro que aún sueña con la tierra te viste

Mapas

                                             No todo acaba. Todo empieza.

                                                            Fina García Marruz

1

No todo acaba, lo que no se dijo

lo que quedó sin hacer también breves luces

en la costa, abrochadas al litoral

          y lo que alumbra o se apaga

modos de mirar el pasado

con cada hueso cada uña

sílaba de esperanza

Lenguaje de instantes dispersos

donde las palabras frío

y templo o yurta y montaña van

en formación como bagajes solitarios

Y miradas sobre la distancia

porque las presencias sostienen menos al hombre

que los ausentes, tan parecidos en su quietud

         al nacimiento del mundo

y como las isobaras también líneas

         de colores naufragados

         tiempo después lavados por la arena

El día amanece, nos enclava en lugares conocidos

de nuevo la vida inunda los puertos

y mientras la hora del duelo pasa

la frase marcada en rojo

traza el mapa de lo posible

2

Desde la ventana el camino

forma una escala de agua enlodada

que levanta algunas piedras

de este cauce con heridas

Al llover el sonido se rompe

desde el aire con el chasquido

de la gota sobre la llama

Al helar, la ley que aquieta

el horizonte acerca sus voces

Y el temblor en el cristal

aviva su eco

o lo ensordece,

la responsabilidad

y su transparencia

3

De madrugada el óvalo de la noche al derramarse

devuelve el frescor como una bendición

y el mundo pasa vacío y sin palabra

Reacios a ver perdidos esos fulgores

los muertos esperan a que alguien

copie sus nombres en la gran yema lunar

El amor es lo que todavía está por trazarse

         en un extremo anónimo del cielo

que los aleros de algunos tejados ocultan

En el extremo opuesto se descubren zonas vírgenes

                  dispuestas a brillar

Por un instante mi voz recitando

        acorta las distancias

Un encuentro detrás de una memoria

una parcela invertida que nunca se desplaza

aunque ya nada sea reparable

aunque nada se asiente

definitivamente tras haber llegado,

aunque el tiempo en que tememos ser desalojados

sea el que sostiene la vida

y el centro esté aquí,

                   lleno de deseo y ausencia


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ROSA LENTINI (Barcelona, 1957). Poeta, traductora, y editora de Ediciones Igitur, en compañía del escritor colombiano Ricardo Cano Gaviria. Miembro fundador de las revistas Asimetría (1986-1988) y Hora de Poesía (1979-1995), de la que fue también directora. En esta última tradujo a numerosos autores y realizó varias antologías poéticas. Ha traducido los libros Siete poetas norteamericanas actuales (en colaboración con Susan Schreibman, 1991, 1992), El ladrón de Talan, de Pierre Reverdy (1997) y, en colaboración con Cano Gaviria, Satán dice, de Sharon Olds. Asimismo, ha traducido autores como Giuseppe Ungaretti, Joan Perucho, Rosa Leveroni, Adrienne Rich, y Djuna Barnes, entre otros. Su obra poética incluye los títulos de poesía La noche es una voz soñada (1994),Cuaderno de Egipto (2000), Intermedio (2001), El sur hacia mí (2001), Las cuatro rosas (2002), El veneno y la piedra (2005), Transparencias (2006) y Tuvimos (2013). Poesía reunida (2014-1994) (Animal Sospechoso, 2015) recoge todos los poemas publicados por Rosa Lentini hasta la fecha.

Publicado el 11/06/2015

y el centro esté aquí,

                   lleno de deseo y ausencia