Miriam Reyes

Extraña manera de estar viva

Mi escritura parte del cuerpo (de todo el cuerpo, no solo de la herida). El cuerpo es mi materia, lo que soy. Mi vientre es mi mundo interior.

El cuerpo es misterio. Lo aparente no es más que el caparazón del cuerpo. Una cáscara que se arruga con el tiempo, como una fruta; le salen manchas, se ablanda, se deforma. Mi cuerpo desnudo está aquí y no en otra parte.

En mi cuerpo está la memoria, tiene un espacio en mi cerebro pero también en mi carne. Así el lenguaje. Estas palabras son mi cuerpo. Una propiedad que me posee un refugio que me deja a la intemperie.

El cuerpo es intertextualidad. Huele a lo que come. Muta al contacto con otros cuerpos.

La anidación de cuerpos es un estadio temporal. A menudo nuestros cuerpos son duros muros paralelos que se quitan la luz.

Todo cuerpo es grave, conoce la atracción inevitable de la materia hacia la materia, de un cuerpo hacia otro cuerpo y de un cuerpo hacia sí mismo.

Todo cuerpo es leve, se separa de otros cuerpos y de sí mismo, borra la memoria. Se desvanece.

No lo es todo pero es todo lo que tengo. A veces, ni eso. A veces, soy la pura humedad que un día caló los huesos que tuve.

El cuerpo fijado por el lenguaje, permanecerá como imaginación.

[Fragmentos para una poética]

I

ensayamos formas de remendar

lo que podría sufrir desgarro

detenido en el vano de la puerta

tiembla el cuerpo presintiendo

del punto que hubiera atravesado el anzuelo

gotea vaticina y desmaya la sangre

II

he proyectado sobre mi exigua experiencia de ti

mis experiencias de otros

el primer trecho es hermoso:

los pulmones los ojos el corazón y el sexo

se inflaman palpitan y aplauden

vibra el cerebro y resplandece.

avanzaba por ese camino

suspendida sobre las cabezas como lengua de fuego

cuando he recordado adonde podría conducir

ya sabes: a ese lugar de dolor insoportable.

no es extraño que a menudo se elija pasear por un parque

existiendo la posibilidad de perderse en un bosque

¿no te parece?

espero que se entienda: quiero decir: tú eres un bosque:

difícil encontrar un claro en ti

y sentarse

difícil no tener miedo en ti

cuando llega la noche

y todo es aullido

III

y aún así (o precisamente por eso) lo haría

pasaría la noche en lo frondoso

dejando a la vida subirme por las piernas

picarme morderme cagarme encima

los dientes la zarpa el aguijón de la vida

el olfato húmedo la fruta rompiendo en mi cabeza

Te tengo todo marcado

como un yacimiento arqueológico.

No es extraer los restos de ti lo que persigo

–ruinas de una ciudad tallada en la arenisca–

lo que quiero es penetrarte

taladrar la piedra de tu cuerpo

y este sexo cóncavo

se vuelve inútil para mi deseo.

Cavo en tu ombligo

para entrar por el flujo de tu sangre.

Vacío mi espíritu como aire en tu boca

y te observo respirarme.

Ya sé que no necesito de piel para tocarte

no es eso

lo que yo quiero es hacerme

una cueva en tu cuerpo.

Flexiono tus rodillas bajo mis axilas

como los brazos de un taladro.

Las aceras que rompo

son las de tu calle.

Con mis pestañas barro

el polvo que levanto de tu frente

y no me detengo hasta que soy tú

y tu sexo es el mío hasta que soy yo

quien está dentro.

El río es un dios pardo dicen

de su divinidad yo solo veo

agua y tierra arrastrada por el agua

bajo mi cama el dios pardo insinúa

que mi casa no sea un barco de papel

es una cuestión de pliegues

aparcada junto al río mi cama

no es a prueba de lobos ni de crecidas

no proyectó ningún arquitecto mi casa

sin paredes que me quiten la luz

con vistas al dios pardo cartón y artritis reumatoide

podría ser tu cama de repente

de repente un día desperté y allí estaba el río

con ese color de lodo de cloaca de dios pardo

y las articulaciones y los huesos aullándole

mi antigua casa era a prueba de lobos

toda de ladrillos hasta el tejado

hermosa de nada me protegió

antes estaba en otro sitio y ahora estoy aquí

con el río que me susurra por las noches

sus siluros sus simas sus ahogados

–los lobos no se interesan–.

                                                       

Cómo avanzar a la par que el paisaje.

Ayudaba la humedad a llevar la aridez de dentro

yo no la veía pero había ahora no hay ayuda externa.

La aridez se extiende y esconde lo que hay debajo:

este lugar y yo este momento y yo

somos una misma superficie.

Sigo diciendo yo pero sé que ahora significa arena y se asienta

sobre los libros los muebles las baldosas

cubriendo la apariencia familiar que solían tener los objetos

y su compañía.

El escenario es así:

cerrada la puerta por dentro

la calle un ejercicio imposible

apenas un rectángulo en cada habitación

algo que está ante mí y de lo que no puedo formar parte

como la vida de los demás o lo que fui.

No lo llamaría ventana.

Nada entra ni sale de aquí.

Aquí era yo

atravesando ciudades y desiertos

sin encontrar nada que pudiera llamar mi lugar o mi atención

o concordar con la realidad al menos en tiempo.

Tiempo de qué

cuando no toca sembrar ni toca recoger

tiempo de nada.

Mientras el paisaje no hace excepciones

el paisaje el paisaje que no se detiene.

en aquel momento no perdí la inocencia

sino la idea de continuidad

esperar que las series de números

siguieran una progresión lógica

perdí mi nombre las algas

partes imprescindibles de otros cuerpos

por ejemplo el lóbulo de una oreja

tres pares de piernas en el sofá

con sus tres cálidos cuellos

y el hedor de los cerdos

aparcados en la esquina

también esa esquina y todas las demás

hasta perder la ciudad y más allá de la ciudad

donde el camino llevaba a la montaña

y olía a quemado

perdí crecer y reproducirme

hablar en voz alta

el punto de articulación

todo el amor y la posibilidad

de decir lo que pensaba

Con tu cuerpo se fueron también las paredes el techo el suelo de la casa que nunca poseíste. Una casa no es un mérito ni un don una casa es una propiedad. En agosto tus hijos consumirán sus vacaciones vaciándola discutiendo quién necesita más uno u otro recuerdo llenando cajas oliéndote todavía una vez más por los rincones huyendo de los niños que esperan acostados en sus camas el beso de mamá que no llega en las viejas habitaciones que comienzan a desmontar. Después de mucho trabajo entregarán las llaves de la última inquilina. (Tampoco tus hijos por haber nacido en ella tienen algún derecho.) La casa no será más que un espacio en su memoria para aquel largo corredor donde tus pasos seguirán haciendo crujir la madera.

¿Vas a enseñarme a vivir?

Te dejaré tocar mi colección de cáscaras

compartiré contigo las uñas que guardo en los bolsillos.

Las semillas que nos dieron

son pastillas para dormir

y del ombligo dormido

nos crecen frutales.

Te daré de comer.

Ven.

La tierra prometida es cosa de otros.

Para nosotros la arena:

un paisaje que cambia con el viento

No soy dueña de nada

mucho menos podría serlo de alguien.

No deberías temer

cuando estrangulo tu sexo,

no pienso darte hijos ni anillos ni promesas.

Toda la tierra que tengo la llevo en los zapatos.

Mi casa es este cuerpo que parece una mujer,

no necesito más paredes y adentro tengo

mucho espacio:

ese desierto negro que tanto te asusta.

Mi padre enfermo de sueños

en el asfalto incandescente de cien mil mediodías caminados

bajo el sol en vertical

perdió sus pies

y apoyado en sus rodillas sigue buscando

el camino de vuelta a casa.

Mi padre sueña

rendido por el cansancio

que vuelve a su tierra y planta sus piernas y le crecen pies jóvenes

y la savia de su tierra negra le alivia el dolor de las arrugas

y resucita sus cabellos muertos.

Luego despierta en un piso alquilado

a la ciudad de los huracanes de la miseria

y blasfema y maldice y no tiene amigos.

Escondido en la noche

papá llora por las certezas que lo defraudaron.

Del otro lado de su piel

mamá llora por mamá

mamá llora por su casa que ya no habita

y por paz y reposo y risa.

Papá y mamá lloran

cada uno a espaldas del otro en la cama

en el más crudo estruendoso hermoso silencio

que modula en frecuencias infrahumanas

sonidos que se articulan como palabras:

«si aquí no están mis sueños

cómo puedo dormir aquí».

Y que solo yo escucho

con la cabeza enterrada en la almohada.

Concebida de la nostalgia

nací con lágrimas en el sexo con tierra en los ojos con sangre en la cabeza.

No soy lo que soñaron

como tampoco lo son sus vidas.

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MIRIAM REYES (Ourense, 1974) reside en Barcelona. Estudió Letras en la Universidad Central de Venezuela. Ha publicado seis libros de poesía, Espejo negro, Bella durmiente, Desalojos, Haz lo que te digo, Prensado en frío y Sardiña, éste último originalmente en gallego. Desde el año 2001 experimenta con la escritura audiovisual y el recital multimedia. En 2022, publicó Extraña manera de estar viva, Poesía reunida (2001-2021) en la editorial Mixtura.

Publicado el 15/05/2023