Aurelio Major

Pródromo

©Nina Subin

Me gusta que me sorprenda con lo no previsible, que su sabiduría y su humor, no inocente, ofrezca y quite perspectivas, que tras las puertas que abrimos no atropelle lo obvio. El lector deberá estar a la altura y cumplir su parte, exigir lo que Major está raramente capacitado para lograr: operar oportunos, intencionados cambios en los lugares comunes que obligarán a su lector a detenerse a saborearlos. Un buen lector agradecerá que se cuente con su inteligencia, que se lo quiera de partida. ¿De cuál? De los que sospechan que la poesía puede no ser un infinito monótono y parecido a sí mismo.

Ida Vitale

Deturpado


                                           no soy aquesto, ni aquello,

                                           ni estotro, ni todo junto.

                                                                                    Silvestre

Tú y es nosotros, legión,

somos tal

por cual fuimos

ni fu ni fa,

era ése, no que fija o lo fijado,

lo que corta, lo difuso quien dijo digo, dice cuál

onomatopeya o exabrupto.

Nunca supe nada, ni qué preguntar ni

qué actuar, ni los hechos

consumidos, alelado, alusivo.

Nunca me enteré de nada, ensimismado,

remedando los remiendos que no atinó yo, ni mí,

ni cuenta o cómo, qué era esto

que tampoco sé escribir.

Nunca conocí nada, distraído,

esa cara o la tuya fuera quien fueras

lo del goce o lo del gozne,

arrebato,

de hito en hito, de hato en hato

me prestaría al error o al vagar que dijo ayer:

¿quién es aquí?

Perdido sin seso, soso sin camino, huero,

cáscara u hollejo, casi ciego en el borrón

y cuánta nueva y sin pecado concebida:

qué pureza la imagen única, inconsútil y exornada

en este río de carcajadas que desemboca

a tumbo abierto hasta aquí:

es apenas un apaño, la gasa allí puesta,

ni empieza ni se acaba el bisbiseo, el anacoluto,

el balbuceo.

Novenario,

mirando las grietas de la cala.

Yo allá, tú aquí, ¿quién habla?


Ilapso


[fragmento]

                                  Los más destos están arrinconados,

                                  en lugares humildes diferentes

                                  sin tener en la tierra más que el cielo

                                                                           Terrazas


                                              all we nOw

                                                        kNow for sure is

                                                the deAd

                                                   are iN the minority

                           they are outnumbereD by us who are living

                                                                                 Cage

En piedra dura de liadas culebras

tersas teselas rotan en los vórtices

de taracea bajo la nave y su mandala.

La planta en el solado

arrastra la arenilla al ambulacro

en su oculto periodo, lentamente,

que la hilacha da vuelo al caduceo,

y abajo en un rincón casi en penumbra

donde el fanal erizado propaga

un adianto adherido al muro,

rayano al de los amplios prados,

en la girante lápida escupimos signos y cerezas.

A dónde voy, por dónde vengo

regresivo, repite un averso estrellero

con señas amañadas de hechizados furtivos,

pero es que cómo, pero es que ya, pero es que qué

del clemente cubil la coceada fontanela,

de este pozo sin suelo de ecolalias y luz.

Unos decían que

todo está lleno de días,

todo está lleno de dioses,

y todo el cielo está lleno

y es radiante en su obsidiana.

De esa penitente no seremos calavera

de mil albores entre los paños que me entiendo:

¿estará en su nervadura el huésped que aposenta

si se fue repentino

peldaños más abajo

con el forastero cinabrio?

No ha podido salir revoloteando,

de pronto, a no sé dónde:

silencios aleatorios de su traza,

pues cuando vuelan más, menos se alcanzan.

Y redundan paseantes en la acera

las citas: el sistema ha declarao la guerra

a mi cerebro, tú eras el tornillo

que le faltaba a mi cabeza, nunca

sería capaz de entender tu mente,

suelo soñar que vuela por los aires:

es mi canción es tu sanción

es mi fruición la pira.

En la calle no calla,

rezonga en cristal líquido

la muchedumbre de saliva

que volverá a verter todo eso

al fin de las plumosas o engelantes caudas.

Las pozas son de emanaderos turbios

ante el retozo retenido en crines

de bronce y carpas refractadas

siempre mudas que no asiremos.

Jamás hubo claridad: polvo

en la superficie, cuerpos flotantes,

acúfenos en la amonita

y ondulaciones de las mientes.

No desciende cabizbaja a risotearse

la efigie del retuerto

en relieve de maromas o aleteo,

como llevar agua al río,

a tu sonrisa que rebusco

en mis empeños, impetrando

tu solaz de luz, desfogando

mi denuedo y el mazo repartiendo

me vuelvo sin perderte de rabillo,

sin ganar con envites mis desvelos

no alcanzo a eludir el temor de tus astucias

que pirexias prenden en duermevelas y reflejos.

Ampáranos de la acedia cenicienta,

de aquella hez plomiza de los hechos,

perdona la demora en disponer

el aserrín de las alfombras,

el pulso y el resuello son pequeños

y estrechos y escondidos,

y cuando cae la penumbra

la procesión ulula,

las rachas rasgan tilma

y ya toca una limpia de ladridos, humos y pirul.

Fui pues a escrutarte los vidrios en la balsa,

y bisbiseaste que pasara por las picas,

que no queda más nada de sentir:

y en el fondo me vi mirarte

embeleñado de apostema

que no se ciñe o cierra,

el espinazo que no deja

con tu cordita de vaciarse

escaldado, y quedo en el cuarto

menguante o cibernético.

Pero estuviste así, diez mil ocelos

alados, y aquí mismo,

trabucada hasta la memoria,

estás en este muro y no te leo,

mas cuando no te busco hete aquí luego,

imágenes urentes que de nuevo llamas.

Y por aquellas ramas nos fuimos andando

en las frondas, sintonizando la caleida armónica.

Y altos fueron los lentos estratos del agua,

disipándose lo que tanto nos importa:

Glosa de Palacio

Ya de mi ardor la ceniza sincera

resoplo terco por tus celosías:

por todo premio de las ansias mías

la tralla, de las preces compañera.

Su lumbre lame, dueña placentera

que refocílase en iguales días

y alegra convulsivas alegrías

del talle, el monte, la comarca entera.

Nada más tú mi exaltación conoces,

por más que el alma me flagele ardiente

el débil dorso y den al celo voces

las efusiones, aunque eternamente

al restañarlas asperjan veloces

el azulejo de la exangüe fuente.

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AURELIO MAJOR (1963) es poeta, traductor y editor. Fue director del ala editorial de Vuelta, presidida por Octavio Paz, y de la filial mexicana de Tusquets Editores. Ha sido editor y traductor de los poetas Basil Bunting y George Oppen, entre otros, así como de la obra de Susan Sontag. Prologó y compiló una amplia antología de la obra crítica de Edmund Wilson, otra de los ensayos de Eliot Weinberger y en 2013 en Estados Unidos una selección de la literatura española actual. Hace tres lustros fundó en Barcelona con Valerie Miles la edición española de la revista Granta. Fue comisario en 2014 de las conmemoraciones en España del centenario del nacimiento Octavio Paz, y del cual editó el inédito De una palabra a la otra. En 2017 se publicó su edición del Viaje a la revolución de Bertrand Russell y de la Poesía reunida de Ida Vitale. Su reciente poemario, en Libros de la Resistencia, en España, se titula Pródromo.

Publicado el 01/05/2019