Teresa Shaw

Cabañas en el desierto

El suyo es un proceso que describe los hechos pero reduciéndolos a lo que ellos –y sólo ellos- son en sí. Podríamos hablar de un realismo trascendente, pero también de una condensación no hermética: de una desnudez inversa a la de la poesía pura, y de una economía de lenguaje que convierte el poema, más en un esquema, en una interpretación de la realidad. En esa interpretación –que es el resultado de un doble proceso en el que análisis y síntesis se presentan juntos y se producen casi a la vez- Teresa Shaw objetiva un sentido que no polariza y traduce algo que supera y va más allá que la simple visión: presenta epifánicamente la emoción y la melodía de las cosas, como si estas fueran algo más que su simple estar ahí.

El poema –la forma y tipo de poema- se constituye en algo así como una red que caza la esencia más que las imágenes y que hace de éstas un horizonte espejeante en el que aquellas –las cosas- se dejan en ocasiones ver. Esas ocasiones son las que esta poesía sobre todo, trabaja.

Jaime Siles 

¿Oyes la música?

Alguien canta o recita

Es sólo la lluvia

Atiende al ritmo

su dulce ebriedad

el tan taran tan

me recuerda…

¿Qué dices?

Aquella víspera.

Íbamos en el viejo Ford azul

cuando juntas bebimos.

Estábamos en la playa

solas las hermanas,

me obligaste a mirar.

No me interesan las viejas historias

aquel gesto sin importancia

Qué vergüenza la desnudez

el escarnio del padre

¿Me escuchas?

Muy a mi pesar

Fue una broma

de mal gusto –lo admito-

pero ¿quién lo recuerda?

No dejes que te despojen

éste es tú momento y el mío.

Olvida,

atiende al ritmo,

es como un oleaje, viene y va,

todo pasa si no te dejas atrapar.

Lo que cuenta es la interpretación,

el ángulo desde el que miras.

Debes responder a este momento interminable,

la desnudez de los cuerpos

unos junto a otros

sobre la arena.

El ritmo de las olas,

el tan taran tan que no se detiene,

crece debajo de los párpados.

-Silencio-

-Silencio-

                      (Ya no importaba la desnudez)

La lluvia  azotaba los cuerpos

con un ritmo duro, rugoso

                                          

He visto la calma de un árbol en el monte.

He visto un cordero amparado a su sombra.

Un día los esquiladores cansados y sedientos

se guarecieron bajo el árbol

y hallaron al cordero pequeño, poca cosa.

Pero cuando volvieron al año siguiente,

trasquilaron su lana ahora abundante y blanca.

Más tarde llegaron los carniceros

encontraron al animal

suficientemente bueno para el matadero.

Allí mismo lo carnearon

clavándole un cuchillo en el cuello

-ni ángel ni hombre los detuvo-.

Con las patas traseras atadas a una rama,

se desangraba.

En seguida repartieron los despojos

bajo la misma sombra hospitalaria.

No conocieron su crimen.

En el gran sueño de la vida

sólo uno es el dios

y exige sacrificios.


Barcas de pescadores

quemadas por el sol

exponen su arboladura

sobre la arena de la playa.

Los sufridos cascos quieren alejarse aún

tras un astro que se oculta en el horizonte

y permanecer,

leño sobre leño, confiados.

Los hombres, ellos también,

exhiben la captura del día

como inocentes muchachos

y poco después,

al contemplar en el crepúsculo

la última rendija de luz,

piensan en la fortaleza de las redes,

en peces como panes.

Y sienten la fatiga

de sus brazos sosteniendo

lo que no tiene principio ni fin.


En un intento por colmar el vacío

el poeta alemán

quiso ligar el tiempo: el todo

que siempre es

Aunque no hay nota que se prolongue

para nuestros oídos

ni paisaje que no habitemos en su destrucción.

Resuenan voces jóvenes, multiplicándose

en las nuevas urbes

impacientes, olvidadizas.

Es el precio de nacer.

Pero incluso en el día radiante

anidamos la intimidad de una sombra:

la ausencia de

aquello que habríamos podido

amar.

Y las cosas sencillas se amontonan

como chatarra, mustias y abandonadas,

y el placer es un fruto ajado.

¿Y el poema…?

Entonces, por primera vez, se tanteó

en serena soledad,

más allá de las circunstancias del vivir

y de Dios.

Pobreza I

la cabaña, su paisaje

de campo abierto

junto al tajamar

placeres, amores

tan frágiles allí

tan aferrados a la vida

su poder

(presencias que se intensifican

en la quietud

de su no estar ya ante mí)

ojos

manos

guardan aún

un tocar

que no alcanza

y el pie

los dedos

escarcha en la noche

transparencia

que rezuma

esta pobreza

Pobreza II

La pobreza es desnudez

apariencia que rebosa

en la hierba cuando no es más que hierba

en el pájaro que oculto en el torbellino del nido

sostiene con su requiebro el murmullo

de un aletear

en la mosca que zumba y se pega al cristal

en el tedio del buey y el frío de la culebra

en el escurridizo pez

en la lluvia y en la escarcha

en sol que brilla y la Tierra que gira

en la sopa que humea cuando llega el invierno

en el sin porqué de cada mañana

con la mano que estrecho y el rostro que me confronta

en la luz y en la sombra

en el árbol o en la ola

en la piedra

en la flor

Cuerpos del instante

restos de una ausencia

márgenes donde asir lo que amo.                                                          

                                



Como cuando no era,

nado en este mítico mar Mediterráneo,

nado y parece que nada se quiebra

al golpear las olas, al nacer la espuma

y me crecen escamas bajo la infancia.

Lejos de la noche y el sueño amniótico,

caigo en brazos de las olas

y el océano es más ancho

como cuando no era

entre los átomos del agua

que mucho antes de hincar caparazones,

en rocas

rozaron mi espalda,

anidaron en húmedas fosas

de altísimas sombras,

como cuando no era.

Y aunque febrero no ha llegado

siento la sal en mis labios no probada

y la luz cómo se filtra

por los poros de mi piel

limpia de todo deseo,

limpia de los últimos años.

Entonces, como cuando no era,

libre de finitud,

me tiendo

sobre la arena de la playa

y bajo el viejo sol

respiro

mirando hacia el antiguo cielo

y sin temor escucho

cómo descienden al galope,

hacia la luz y el agua,

los caballos.


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TERESA SHAW (Montevideo, 1951) es autora de los libros de poesía Destiempo (Barcelona, 2003) y El lugar que contemplas (Barcelona, 2009). Ha traducido la poesía de Frieda Hughes (Wooroloo, Barcelona, 2002), hija de Sylvia Plath y Ted Hughes. Ha publicado Cabañas en el desierto (2019), Todo es deriva (2022) y Todo será tan sólo palabras (2024) en Animal Sospechoso Editor.

Publicado el 29/03/2017